jueves, diciembre 10, 2009

Frente a una grave emergencia





Hoy, 56 periódicos en 45 países han decidido dar el paso sin precedentes de hablar con una sola voz a través de un editorial común. Yo me sumo a esa iniciativa. Lo hacemos porque la humanidad se enfrenta a una grave emergencia.

"Si no nos unimos para emprender acciones decisivas, el cambio climático causará estragos en nuestro planeta y, con él, en nuestra prosperidad y nuestra seguridad. Los peligros son evidentes desde hace una generación. Ahora, los hechos han empezado a hablar por sí solos: 11 de los últimos 14 años han sido los más calientes que se registran, el casquete polar del Ártico está derritiéndose y la increíble subida de los precios del petróleo y los alimentos el año pasado nos ofrece un anticipo del caos que se avecina. En las publicaciones científicas, la cuestión ya no es si la culpa es de los seres humanos, sino cuánto tiempo nos queda para limitar los daños. Y, sin embargo, hasta ahora, la respuesta del mundo ha sido débil y desganada.

El cambio climático se ha ido produciendo durante siglos, tiene consecuencias que persistirán para siempre y nuestras perspectivas de controlarlo se van a decidir en los próximos 14 días. Pedimos a los representantes de los 192 países reunidos en Copenhague que no vacilen, que no caigan en disputas, que no se echen las culpas unos a otros, sino que aprovechen la oportunidad surgida del mayor fracaso político contemporáneo. Ésta no debe ser una lucha entre el mundo rico y el mundo pobre, ni entre el Este y Occidente. El cambio climático afecta a todos, y todos deben resolverlo.

La base científica es compleja pero los datos están claros. El mundo necesita tomar medidas para limitar el ascenso de la temperatura a 2 grados centígrados, un objetivo para el que será preciso que las emisiones mundiales alcancen su tope y empiecen a disminuir entre los próximos cinco y 10 años. Una subida mayor, de 3 o 4 grados centígrados -el mínimo aumento que, siendo prudentes, podemos prever si no se hace nada-, secaría los continentes y convertiría tierras de cultivo en desiertos. Podría extinguirse la mitad de todas las especies, millones de personas se verían desplazadas y el mar inundaría países enteros.

Son pocos los que creen que, a estas alturas, pueda salir de Copenhague un tratado perfectamente definido; sólo fue posible empezar a avanzar verdaderamente en esa dirección con la llegada del presidente Obama a la Casa Blanca y el cambio total en la política de obstruccionismo que Estados Unidos mantenía desde hace años. Y el mundo sigue estando a merced de la política interior norteamericana, porque el presidente no puede comprometerse por completo a emprender las acciones necesarias hasta que el Congreso lo autorice.

Pese a ello, los políticos, en Copenhague, pueden y deben ponerse de acuerdo en los elementos esenciales de un acuerdo justo y eficaz y, sobre todo, en un calendario firme para que ese acuerdo se convierta en tratado. Deberían imponerse como plazo la reunión de la ONU sobre el clima que se celebrará el próximo mes de junio en Bonn. Como dice un negociador: "Podemos ir a la prórroga, pero no podemos permitirnos el lujo de volver a jugar el partido".

El núcleo del acuerdo debe ser un pacto entre los países ricos y los países en vías de desarrollo que aborde cómo se va a repartir la carga de luchar contra el cambio climático y cómo vamos a compartir algo que ahora es muy valioso: el billón aproximado de toneladas de carbono que podemos emitir antes de que el mercurio ascienda a niveles peligrosos.

Las naciones ricas son aficionadas a señalar la verdad aritmética de que no puede haber solución hasta que algunos gigantes en vías de desarrollo como China tomen medidas más radicales que hasta ahora. Pero el mundo rico es responsable de la mayor parte del carbono acumulado en la atmósfera, tres cuartos del dióxido de carbono emitido desde 1850. Ahora tiene el deber de tomar la iniciativa, y cada país desarrollado debe comprometerse a serias reducciones que disminuyan sus emisiones a un nivel muy inferior al de 1990 de aquí a 10 años.

Los países en vías de desarrollo pueden destacar que no son ellos los causantes del grueso del problema y que las regiones más pobres del mundo van a ser las más afectadas. Pero van a contribuir cada vez más al calentamiento y, por consiguiente, también ellos deben comprometerse a emprender acciones significativas y cuantificables. Aunque no han llegado a lo que algunos esperaban, los recientes compromisos de los dos mayores contaminantes del mundo, Estados Unidos y China, han sido pasos importantes en la debida dirección.

La justicia social exige que el mundo industrializado rebusque en su cartera y se comprometa a dar dinero para ayudar a los países más pobres a adaptarse al cambio climático y a suministrarles tecnologías limpias que les permitan tener un crecimiento económico sin aumentar sus emisiones. También es preciso fijar la arquitectura de un futuro tratado, con una rigurosa vigilancia multilateral, recompensas justas a cambio de la protección de los bosques y la evaluación creíble de la "exportación de emisiones" para que la carga acabe repartiéndose de forma más equitativa entre quienes fabrican productos contaminantes y quienes los consumen. Y la justicia exige también que la carga que corresponda a cada país desarrollado tenga en cuenta su capacidad de soportarla; por ejemplo, los miembros más nuevos de la UE, a menudo, mucho más pobres que "la vieja Europa", no deben sufrir más que sus socios más ricos.

La transformación será cara, pero mucho menor que la factura de rescatar al sector financiero mundial, y mucho menos costosa que las consecuencias de no hacer nada.

Muchos de nosotros, sobre todo en los países desarrollados, tendremos que cambiar nuestro estilo de vida. La era de los vuelos que cuestan menos que el trayecto en taxi al aeropuerto se acerca a su fin. Tendremos que comprar, comer y viajar de forma más inteligente. Tendremos que pagar más por nuestra energía y utilizarla menos.

Pero el paso a una sociedad que emita poco carbono ofrece la perspectiva de más oportunidades que sacrificios. Ya hay algunos países que han reconocido que hacer esa transformación puede aportar crecimiento, puestos de trabajo y mejor calidad de vida. El flujo de capitales es un dato significativo: el año pasado, por primera vez, se invirtió más en formas renovables de energía que en producir electricidad a partir de combustibles fósiles.

Para librarnos de nuestra adicción al carbono en sólo unas décadas serán necesarias proezas de ingeniería e innovación comparables a las más grandes de nuestra historia. Pero, mientras que la llegada del hombre a la Luna o la división del átomo surgieron del conflicto y la rivalidad, la carrera del carbono debe nacer de un esfuerzo de colaboración para lograr la salvación colectiva.

La victoria sobre el cambio climático exigirá un triunfo del optimismo sobre el pesimismo, de la visión de futuro sobre la estrechez de miras, de lo que Abraham Lincoln llamó "los ángeles buenos de nuestra naturaleza".

Ése es el ánimo con el que periódicos de todo el mundo hemos firmado conjuntamente este editorial. Si nosotros, con puntos de vista nacionales y políticos tan diferentes, podemos ponernos de acuerdo sobre lo que hay que hacer, seguro que nuestros dirigentes también son capaces de hacerlo.

Los políticos presentes en Copenhague tienen el poder de determinar cómo nos juzgará la historia: una generación que vio un reto y le hizo frente, o una tan estúpida que vio el desastre pero no hizo nada para evitarlo. Les rogamos que tomen la decisión acertada."

sábado, diciembre 05, 2009

Agua caliente

A mi me gusta ducharme con agua caliente. Que si, que en el Caribe no hace frío, que la temperatura es suave... pero a mi lo que me gusta es ducharme con agua caliente. Y si no hay, me cuesta ducharme mucho más, y las duchas no son ese agradable momento que nos relaja y usamos terapeuticamente.

En B, cuando vamos, dormimos en una Guest House que no tiene agua corriente, y donde la luz es limitada (ponen el generador hasta las 8 o 9 de la noche, y después, oscuridad absoluta). Ni televisión, ni ordenadores ni musiquita. A las 8 de la noche, a dormir, o como mucho, a leer un rato con el frontal en la cabeza. Y eso en el lugar en que dormimos, porque en el pueblo casi no hay generadores eléctricos y, cuando se hace de noche (a las 5 y media de la tarde), se acaba el día. Un ratito con velas y a dormir.

Yo, cuando voy, no suelo pasar más de dos o tres días seguidos. 2 o 3 días que, si apuro, puedo pasar sin ducharme (B está en la montaña, y ahí si que hace un poco de frío). Para mí es como un campamento, una excursión; es hasta interesante vivir sin baños con agua, o luz electrica ilimitada.

Madame J vive en Baptiste, en el camino que sube hacia la captación de agua. Tiene 5 hijos, 2 de los cuales son bebés. Cuando llueve, el camino se embarra, y se hace complicado, muy complicado. Como todos los demás, no tiene ni agua ni luz. Pero tiene que cocinar todos los días, lavar la ropa de los niños (que deben ir impolutos a la escuela), cuidar la higiene de toda la familia y mantener la casa limpia. Ella y los niños mayores tienen que caminar cada día media hora (¡y son afortunados!), y varias veces, para recoger el agua necesaria. Aunque haya llovido y el camino esté embarrado. Ella, además, tiene que asegurarse de tener carbón o madera suficiente para poder cocinar. La mayor parte de las veces ni siquiera tiene suficiente para hervir el agua que van a beber, así que se la beben como está, y punto. Total, sus estómagos ya se acostumbraron... Alimentar a 5 niños son muchas cazuelas de arroz y habichuleas a la semana. Y cuando hay mercado, además, debe tenerlo todo listo para bajar a vender lo poco que hayan conseguido sacar.

Como nos acostamos temprano, nos ponemos en marcha muy pronto en la mañana. Madama L nos trae el desayuno a la hora solicitada el día anterior (¿a qué hora se habrán levantado para prepararla?). Hoy tenía café, qué bien. Llueve un poco, y decidimos hacer una parte del camino a la captación en coche (4x4, claro). Cuando salimos, son las 6:45 am y ya el pueblo está en plena actividad. Hay mucho barro, pero no mu importa porque llevo mis botas Bestard de goretex. Pasamos por delante de la casa de Madame J.

Regreso a casa, cansada. Hemos trabajado intensamente en B. Abro la nevera, me abro una cerveza fría, y deshago la maleta. Selecciono un disco de flamenco en el iPod, voy al baño y me doy una ducha caliente. Se fue la luz, pero ya predieron el generador eléctrico. Enciendo la computadora y me conecto a internet.

A todos nos gusta ducharnos con agua caliente.

Mucho lirili pero poco lerele

Ya no lo aguanto más. Hombre, ya está bien de discursos conservadores de tinte clerical. Dejen de relacionar la política con los derechos y con la religión como si todos estos conceptos fueran suyos. Dejen de intentar confundir a la sociedad civil como si se hubiese caído de un guindo. Dejen de joder y de impedir la ampliación de los derechos de la gente.

Con el debate de la ley del aborto va a suceder lo mismo que pasó con la grandísima polémica que ocasionó la ley que permitía bodas entre personas del mismo sexo: Mucho lirili, pero poco lerele.

Si señores, los gays y lesbianas se quieren como se quiere cualquier pareja del planeta. ¿Y a ustedes qué les importa que se casen, si es que se quieren casar? ¿Les ha afectado en su vida personal que los homosexuales hayan visto reconocido un derecho del que siempre estuvieron privados? ¿Les hacen daño cuando se casan, o viven igual de tranquilos (o nerviosos) que antes?

Pues sí, la gente tiene relaciones sexuales entre sí porque les gusta. Eso es, porque les gusta. Y al primero de la fila de la misa del domingo, también le gusta.

Atención a la intervención en el Congreso –si si, en el Congreso- de la diputada popular (embarazada ella) Sandra Moneo, que afirmó que la ley del aborto “atenta contra la dignidad de la mujer, privándola del derecho más inherente, el derecho a ser madre”. Y yo me pregunto: ¿mi derecho más inherente, entonces, es el de ser madre? Coño, qué problema, y yo sin saberlo… entonces, yo, al no ejercer mi derecho más inherente, ¿tengo mermada mi condición de mujer? O ¿estoy atentando contra la vida de alguien? Espero que no, porque de verdad, no es mi intención…

Señora Moneo, usted con esa declaración se ha lucido. La ley del aborto no atenta contra la dignidad de nadie, y no merma los derechos de nadie. Lo único que aporta la ley del aborto es la posibilidad de decidir si tener o no tener un hijo. Porque, ¿sabe? Todo el mundo puede echar un polvo (bueno, déjeme decir hacer el amor, que qieda más elegante) y quedarse embarazada sin quererlo. A su hija o a su hijo le podría pasar. Y sí, es un problemón, te quita el sueño, pero sucede, como la vida misma.

Y la gente aborta, todo el mundo sabe que en nuestro país se puede abortar. Yo conozco a mucha gente que ha abortado. Incluso hay gente que aborta y se lo cubre la seguridad social (aunque la mayoría no lo sabe y paga en las clínicas privadas). ¿Sabe cuál es la diferencia? Que ahora, para abortar, las mujeres no tendremos que alegar que estamos desquiciadas, que estamos psicológicamente inestables a causa o desde que nos quedamos embarazadas. Cuando se apruebe la ley, sólo tendremos que decir: Me quedé embarazada, pero no quiero tener un hijo ahora, no es un buen momento para mí. Ya.

No subestimen el trago por el que una mujer, sea de la edad que sea, debe pasar para abortar. Dejen de pensar que somos unas inconscientes y abandonen esos argumentos maquillados de demócratas, que parece que representan ustedes a la más rigurosa Iglesia Católica y seles olvida que representan a la ciudadanía. ¿Piensan ustedes que nos caímos de un guindo? Las razones de una mujer para abortar están por encima de toda conjetura moral de tres al cuarto. Pregúntennos a las mujeres que hemos abortado, y dejen sus discursos "anti-ampliación-de derechos", que ya no están de moda. Ustedes son los mismos que antes estaban en contra del divorcio, y que se divorcian ahora como todos los demás. Hasta en la "mejores familias" se divorcian hoy en día, y sino que se lo pregunten a la casa real.

Y recuerden que los que mejor saben ejercer sus derechos son los ciudadanos. Dénselos, que ellos sabrán como utilizarlos.

De fotografías y optimismo

Adjunto os dejo un link que alguien ha compartido conmigo. Una serie de fotos increibles:

http://www.clarin.com/diario/2009/06/12/conexiones/t-01937879.htm

Un mundo en crisis.

Imaginad que, entre esas imágenes, encontráis también algunas que no sólo ponen de manifiesto el drama y el dolor (que está ahí y hay que enseñarlo), sino que también muestran la fortaleza de la gente, la vida, la alegría, la capacidad de superación, el trabajo colectivo y comunitario, la esperanza de que los problemas vayan resolviéndose, el amor, el sexo...

Imaginemos estas imágenes adicionales y estaremos viendo el mundo tal y como es. El optimismo no es un tesoro inaccesible, úsemoslo.