viernes, febrero 13, 2009

Amigos

Sé que a casi ninguno de vosotros os gustan estos mensajes multitudinarios, pero dejadme aclaros que nada es multitudinario cuando se trata de una multitud como la que conformáis vosotros.

Amigos, no sé muy bien por qué hoy me he transladado con mi ratón hasta Enero de 2004, un mes que no sólo es el primero que registra mi buzón de correo, sino que recoge los mensajes que intercambiamos durante mi primer viaje al Sur, mi primer viaje de cooperación a Perú, mi primer contacto con lo que ahora es no sólo mi trabajo, sino también mi vida.

María, me contabas tu sorpresa cuando encontraste tu casa llena de globos que te felicitaban tu cumpleaños. Clara, tu me contabas la denuncia de ese tu querido vecino que poco después te desmontaba un sueño, un taller. Ángel, me escribías las hitorias tuertas (x) que me han vuelto a hacer reir cómo lo hicieron entonces. David, me contabas tus navidades en Sudáfrica, con Diana. Julio, tardaste en contestar, as usual, pero contestaste, también as usual, a mis multitudinarios -que te encantan- correos/diarios de viaje. Dani, escribías muy frecuentemente reviviendo mientras lo hacías tus propias experiencias. Wil, tú me contabas, entre otras cosas, tu dilema con la recién lanzada oferta de Renault, que tan bien te ha salido. Agustito, tus mensajes eran tan recorfontantes como siempre lo han sido. Charly, tu no contestabas, pero no importaba, y como nunca importará -siempre quedarán tus intempestivas llamadas que no entienden de cambios horarios y que provocan un dulce despertar-. Alissa, you were always there, and always will be. Ale, tus correos, cómo siempre desde las alturas, son resfrescantes. Iván, estabas en Córdoba y te despedías con un "salud y anarquía" -ahora lo haces cambiando "anarquía" por "república"...-.

Y ha llovido desde entonces. Ha llovido, pero no tanto, porque hoy se registra un nueva entrada 5 años después. Son recuerdos que flotan a través de tiempo, que se cuelan un día en tu bandeja de entrada y se incrustan para siempre en tu vivir.

-Ya se ha puesto la Pitu melancólica-, pensaréis. Pues sí, la melancolía es el sitio de los recuerdos lejanos y agradables, y lejos desde luego, estoy... pero cerca, siempre, porque las vidas recién estrenadas nunca sustituyen a las que están ya consolidadas y que siempre serán.

Algunos nos hemos mudado, otros embarazado, otros empuretao (enga yaaaa), hemos cambiado de curro o de novi@, algunos incluso hemos dejado los pitillos o el alcohol (bueno, procesando la lista creo que el alcohol no lo hemos dejao ninguno, igual el tabaco si... aunque... no, no, el tabaco tampoco; bueno, olvidaros de la frase desde la palabra pitillo, que me he metío en camisa de once varas...). Algunos estamos llevando a cabo nuestros proyectos, otros reinventándolos, algunos tenemos hipotecas y otros no. Hemos engordado o encanijado, se nos ha caido el pelo, o lo hemos cortado o teñido. Estamos preocupados con nuestros problemas, puteados por nuestros jefes, ilusionados con nuestros sueños... Todos hemos sufrido, hemos llorado, hemos reido...

Releer esos correos me ha hecho transladarme en el tiempo y en el espacio hasta estar ahí, donde estáis vosotros. Y vosotros seguramente estaréis durmiendo, porque son las 4 de la mañana en España.

Sabed que hay alguien en una isla que hoy se acuerda de vosotros. Hoy, y muchos otros días. Haití hoy celebra el carnaval y os recuerda a ritmo de música "gá-gá".

No es éste un mensaje que espere respuesta: es una reflexión que necesita arrastrarse desde un continente lejano para ser compartida; son palabras que no pretenden nada, son sólo un regalo de Jueves noche bajo un ventilador de una casa en Puerto Príncipe.

domingo, febrero 08, 2009

Soledad

A menudo nos asustas, eres causa de desasosiego. Y duele.

No suena el teléfono, y no contestan a los mensajes que escribí. Es viernes por la tarde y la casa sufre los ecos del silencio; no los sufre la casa, los sufro yo. Sólo imaginar el fin de semana sin compañía, sin multitudes, sin planes solapándose, sin cervezas infinitas, saber que nadie me espera o me echa de menos… pensar en todos los que no me piensan mientras se piensan entre ellos… no ser protagonista de nada, ni tan siquiera ser partícipe de algo…

No todos los contextos ofrecen la posibilidad de sentir una soledad total, pero el lugar desde el que escribo tiene esa singularidad, que ahora estoy descubriendo. Un país en el que la comunicación se me hace complicada, una ciudad en la que mi ir y venir no ha forjado más que un frágil tejido de relaciones personales que por otro lado no me fue del todo atractivo cuando tuve dónde elegir. Quizás en ese momento yo fomenté la soledad de otros…

Es éste un encuentro con la esencia misma del ser, y del estar. No hay que ser o estar porque estén o sean los demás, ¿o acaso pensamos o estamos por los demás cuando estos se encuentran solos? La soledad nos ofrece un encuentro con nosotros mismos.

Toparse con la soledad es una forma de reconciliarse con esa lista de asuntos pendientes que todos tenemos en nuestro haber, y en nuestro deber. Una cita con la soledad es una oportunidad para pensar en quién eres, en qué eres o en para qué estás.

Estoy para estar, para aprender, para disfrutar y para sentir. Y sentirse solo es sentirse intensamente, es disfrutarse sin compartirse. Es explorar el estado de las cosas que más te importan, sin intrusismos de otros.

Suena el teléfono, pero no contesto.

Soledad, qué bonito nombre tienes.

martes, febrero 03, 2009

El 29 fueron 30...