viernes, abril 25, 2008











Reflexionar sobre Cuba es atrevido; es incluso un acto descarado si sólo se conoce de vacaciones, durante diez días y en calidad de “turista”.

Cuba no puede pasar inadvertido a sus visitantes, es imposible no emitir juicios cuando se descubren algunos aspectos de este lugar tan singular. No se puede hablar de Cuba sin hacer referencia a su sistema político, perpetuado desde hace medio siglo y que convierte a esta isla caribeña en el único país comunista que se mantiene firme soportando el aislamiento y el embargo del gigante ante cuyas narices demuestra que otra forma de gestión es posible. Embargo que por otro lado se hace extensivo al resto de países occidentales, esclavos consentidos de la gran super-prepotente-potencia mundial.

Con una tasa de analfabetismo cero y una esperanza de vida superior a la de muchos países, lo mejor de Cuba sin duda son los cubanos. Se ha construido y consolidado una estructura de valores humanos que nunca he percibido antes en ningún lugar, y que me ha fascinado:

Apenas existe el transporte público, pero se ha hecho del trasporte algo público. El estatus de los carros se identifica mediante el color de sus matrículas: Las azules son estatales, las amarillas carros privados –no son muchos-, naranjas las de los extranjeros residentes, blancas para los altos cargos del gobierno y roja vehículos alquilados.

Los vehículos de matrícula azul, ya sean camiones, coches furgonetas o autobuses, están obligados a parar, mientras tengan sitio, a todo el que necesite transporte, y sin cobrar nada. Teniendo en cuenta que todo es estatal, son muchos los carros estatales, y en las desiertas autopistas se observan camiones llenos de gente en su parte de atrás, recogiendo y dejando personas que los esperan en el arcén. Los carros privados también paran, y pueden o no cobrar a los viajeros –siempre en pesos cubanos, y a precios simbólicos-. En entronques de alta afluencia un funcionario del estado, vestido de amarillo, se encarga de organizar los viajes, asignando los sitios disponibles a los viajeros, por orden de llegada y ruta demandada.

Los extranjeros no tiene la obligación de parar, pero el método es contagioso y se convierten en una más entre las opciones de transporte de la gente que se desplaza. Nosotros, con nuestra matrícula “colorá”, hicimos de los trayectos espacios compartidos aprovechando la ocasión para acribillar a preguntas a los autostopistas, siempre receptivos y dispuestos a satisfacer nuestra curiosidad.

Lo único que hay que tener en Cuba para moverse de un sitio a otro es paciencia, y tiempo.

El asunto de la moneda es también muy singular. El peso cubano es la moneda de manejo entre la gente, y es en la que cobran sus sueldos. Con pesos cubanos pueden comprar todos los productos básicos a precios realmente bajos en los establecimientos destinados a ello. Lo que hay, se reparte, y a veces lo que se reparte es escaso, aunque suficiente. No siempre hay carne, huevos o pescado, y si hay, no se puede disponer de todo lo que se quiera. Para adquirir cosas que no son consideradas de primera necesidad hay que tener CUC. El CUC es el peso convertible, y el cambio con el dólar es 1 a 1, y con el peso cubano 1 a 25 aproximadamente. Los precios en CUC son altos, así que el turista –que normalmente no tiene acceso a pesos cubanos- paga 20 veces más caro que el cubano. El que tiene para lujos los paga caros, y el turista –ser turista es uno de los mayores lujos que existen- también, lo cual en mi opinión está muy bien.

No hay publicidad en Cuba. Ni carteles de coca-cola ni “gente guapa” con “sonrisas profiden” -de dentaduras y cuerpos impecables- sugiriendo las ventajosas propiedades del perfume tal o los vaqueros cual que van a cambiar el rumbo de tu vida sexual; ni grandes fotografías de “Marina d'Or, Ciudad de Vacaciones” recordándote lo desgraciado que eres por no poder irte en Agosto a la fantástica costa este de la península, paraíso de asfalto y contaminación, porque tienes que pagar la asfixiante hipoteca; ni imágenes de ese grupo de bronceados amigos sonrientes y dichosos, del que todos quisiéramos formar parte, escondidos detrás de sus gafas de sol negras último modelo, tomándose un Martini blanco con un pedacito de limón en una terraza elevada sobre el mar; nada. Y ni “Para todo lo demás Master Card”: la Master Card te la metes por el culo.

Los carteles publicitarios no son sino propaganda política. Frases escritas o mentadas por algunos de los líderes de la Revolución salpican los paisajes y fachadas por todos lados. “Educar es crear"; “Revolución es cambiar todo lo que debe ser cambiado"; "Revolución es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos", "Es luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo", "Es convicción profunada de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y de las ideas". Frases que te animan a pensar qué dicen, que no puedes leer sin reflexionar sobre su significado. Es publicidad de las ideas y propaganda de pensamientos, consumo de buenas intenciones y declaraciones solidarias. Planteamientos de valores incuestionables y anuncios de igualdad entre todos. Eso es lo que lee la gente cuando camina por la calle o espera en el arcén a que le recoja algún vehículo, cuando van al colegio o a sus puestos de trabajo. "Revolución es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroismo"...

Los libros son accesibles para todos. Se editan “Bibliotecas familiares”, colecciones de obras maestras de la literatura universal impresas en papel de periódico en formatos grandes, que se entregan a las familias o se venden a precios simbólicos en todas las librerías del país.

La estructura social fundamental es el barrio. La organización comunal es la más avanzada del planeta, y todos tienen un papel dentro del Comité del que forman parte (se llaman CDR, Comités de Defensa de la Revolución). Cuba está ubicada, como otras islas del Caribe, en el centro del paso de los ciclones que cada año pasan por el Centroamérica, y que a veces arrasan con todo dejando a su paso muerte, destrucción y más miseria. Pero en Cuba no hay muertes. Los sistemas de alarma y de evacuación no fallan, porque todos los miembros de la comunidad son avisados, informados e involucrados con tiempo suficiente. Saben dónde han de ir, cómo han de organizarse, y cómo hacer frente a situaciones críticas como ésta que menciono. Si algún vecino tiene problemas, el comité tiene como función apoyarle, y la prestación de servicios llega a la familia afectada a través del Comité.

Yo vivo en La Española, la isla aledaña a Cuba y compartida por República Dominicana y Haití. Es imposible para mí evitar las comparaciones, y más teniendo en cuenta que me encuentro trabajando en asuntos de Desarrollo y Acción Humanitaria en las comunidades más afectadas por las tormentas que pasaron por aquí a finales del año pasado. La cercanía o la similitud geográfica no hacen de Cuba sino algo más impresionante para mí, que observo las tremendas desigualdades sociales y económicas cada día.

La posibilidad de algunas personas de progresar en República Dominicana, algo inimaginable en Cuba –donde todos tienen escasas posibilidades de progreso-, se enfrenta a la incapacidad de sobrevivir de muchos, a las dificultades que mucha gente encuentra para vivir dignamente. Y para qué mencionar Haití, sumido en un conflicto que no parece tener solución y donde más del 80% de la población vive en pobreza extrema. Ambos países son democracias parlamentarias.

Es imposible no hacer comparaciones, y si se éstas se hacen, no creo que se puede rebatir el hecho de que Cuba ha conseguido garantizar el acceso a los servicios básicos a su gente con recursos muy limitados. El bien colectivo frente al individual... ¿A costa de qué? Esto lo dejo para el próximo post…