Fúmate
A veces me da la sensación de que me estoy fumando mi vida, y que me la estoy fumando “aliñá”. Aliñá con sensaciones que no siento transitorias porque son tan reales que me empujan a sazonar más y más…
La gente que voy conociendo, mi gente, es el humo que me trago, y que se queda en mis pulmones cada día. Se queda dentro, irreversiblemente, dando sabor a todo lo demás. Mi trabajo es el humo que expulso, compartiéndolo con otros, y que me induce a seguir fumando.
Esos ciclos de creatividad que van y vienen definen la intensidad con que vivimos, y muestran el tiempo que tenemos para pensar en ello. Sin tiempo la creatividad se evapora, se esfuma dejando sólo el rastro que se incrusta en tu vivir; es el humo que expiramos a solas, sin compartirlo con nadie, como un extractor en un cuarto de baño. Sin intensidad… sin intensidad todo se convierte en un cenicero. Los ciclos son un compromiso entre ambos…
Por haber cambios al acecho, que me empujan a decidir qué hacer o dónde ir, he conseguido ahora uno de esos ciclos; ahora sólo tengo que aprender a mantenerlos en el “durante”, hasta conseguir una constancia que me cuesta por lanzarme siempre saltándome los escalones de dos en dos.
La isla me insinúa ahora nuevas alternativas con las que no contaba, y las posibilidades que me atrajeron e ilusionaron hace apenas un mes quedan postergadas unos meses. África sigue en mi catalejo, pero se antepuso la posibilidad de explorar este pedacito de planeta un poco más.
Acepté, y a punto estoy de prender un nuevo cigarrito.