miércoles, enero 02, 2008

Puerto Príncipe, Haití








La visita relámpago a Haití me ha sabido a poco y me ha despertado una intensa curiosidad y ganas de explorar el país más a fondo. Así de atractivo me ha parecido.

Haití es el país más pobre de todo el continente americano. Más pobre y más desordenado. Ocupa el puesto 146 en la lista de países evaluados con el IDH (Índice de Desarrollo Humano), de un total de 180 más o menos. Casi todos los que van por detrás son africanos.

La frontera es de unas características no sé si únicas (no he atravesado muchas fronteras por carretera), pero desde luego singulares. Transcurre a lo largo de la orilla de un lago, así que a la derecha de la carretera (entrando hacia Haití desde Dominicana) hay agua –y también en la carretera, tengo que decir, porque hay zonas inundadas por enormes charcos profundos- y mucha basura. Las dos partes de frontera están separadas por una sorprendentemente larga carretera “de nadie”, pues de veras es ésta tierra de nadie, pues no pertenece a ninguno de los dos países. Muchos camiones aparcan a lo largo de este tramo, y el es lugar en que se realizan todas las actividades de contrabando y trapicheo, para evitar pagar tasas y aranceles. Así, camiones cargados de huevos pasan su mercancía a carros que les hacen el trapi-favor y se llevan así unos pesitos, unos dólares o unas burdas.

El medio de transporte haitiano es el tap-tap. Son un híbrido entre coche ranchera y furgoneta, con un espacio detrás en forma de sala de espera donde se sientan los pasajeros (los que fueron afortunados y pudieron sentarse, pues el resto viajan de pie). Se llaman tap-tap porque para que pare el chofer hay que dar dos golpes en la chapa: tap-tap. Y de ahí proviene el nombre. Pero lo más sorprendente de los tap- tap, y lo más visible es la manera en que los pintan y decoran. Muchísimos colores y motivos variados, banderitas y lazos que los convierten en cuadros ambulantes; son auténticas obras de artesanía circulante.

Haití se parece más a un país africano que caribeño. Sus pobladores son de un color negro oscuro, y sus rasgos son mucho más africanos que los de los dominicanos, cubanos, portorriqueños… También ha conservado fuertes influencias culturales africanas, no dejándose ahogar por la imparable y masiva presencia gringa que inunda otros países de la región. Creo que por eso me ha gustado tanto.

Puerto Príncipe, la capital, acoge al 40 por ciento de la población del país, y tiene unos 2.5 millones de habitantes. Es una ciudad muy montañosa, se encuentra en un valle pero está dispuesta entre lomas, con lo que todo son cuestas y desniveles. Y mucha vegetación. Tampoco tiene edificios altos.

Durante el día hay mucha gente por la calle, y mucho tráfico y tapones, pero por la noche la ciudad queda desierta y tranquila, sensación que se acentúa gracias a la carencia de un alumbrado público homogéneo, y a la consecuente oscuridad que de la mayor parte de las calles. Desde las zonas altas la vista es preciosa, y se pueden ver el mar y la ciudad, salpicada de color verde.

La gente porta grandes bultos sobre sus cabezas con una habilidad asombrosa; todo lo llevan ahí, sobre un trapito colocado estratégicamente para evitar el dolor de los kilos transportados.

Dicen de puerto Príncipe que es una de las ciudades más peligrosas del mundo, porque se dan secuestros de vez en cuando, e imagino que atracos y robos – ¿y qué ciudad del mundo no sufre esta lacra?-. Se pueden ver coches de Naciones Unidas por todos lados, y cascos azules repartidos por toda la ciudad, armados hasta los dientes; en algunas esquinas, colocados estratégicamente, se encuentran tanques junto a los cuales la gente camina acostumbrados ya a esta “presencia bélica” aprobada por la comunidad internacional.

La gente que trabaja en organizaciones internacionales ha de seguir unas normas de seguridad que en general son muy estrictas, y de obligado cumplimiento. Éstas limitan la libertad de movimiento a determinadas zonas de la ciudad –zonas de seguridad-, y establecen horarios de entrada y salida.

La gente que conoce el país, o que ha venido antes, asegura que está mucho mejor de lo que solía, y que se ven cambios y mejorías. Y es que es un país muy castigado, con una historia desgarradora que lo ha llevado a una situación de inestabilidad de la que ahora comienza a escapar; proceso que, por lo reciente de los altercados, prácticamente acaba de empezar.

Un duro y largo camino por delante el que tiene Haití, que ojalá dirija a su gente hacia la estabilidad y el desarrollo; camino que, por otro lado, lo hacen un país muy interesante, que merece una gran atención a mi entender.