lunes, septiembre 28, 2009

Le Cap










Le Cap fue la capital de Saint Domingue durante años, hasta que los franceses decidieron trasladarla a lo que ahora es Port-au-Prince, al sur de la Colonia. Saint Domingue era una de las colonial más florecientes de Francia, y Le Cap era llamado el París de las Antillas.

Cientos de miles de hombres y mujeres africanos, raptados de sus aldeas, arrasadas, llegaban a Le Cap en calidad de esclavos, hacinados en galeras. La mayoría morían durante la travesía, aplastados en esas cárceles navegantes, nadando en heces y orina, o muertos de sed y hambre… Cómo cuesta, y cómo duele, asumir lo cabrones que podemos llegar a ser. La historia, y la "no tan historia", está llena de ejemplos.

Los Gran Blancs, franceses terratenientes dueños de grandes extensiones de caña y productores de azúcar, preferían sustituir a los esclavos por otros más fuertes cuando morían o ya no eran rentables, a alimentarlos bien, proveerlos de asistencia médica o asegurar su descanso. Semejante estrategia empresarial…

Los mercados de esclavos eran como un mercado de ganado. Eran peor. Una exposición de producto humano, en fila india y al desnudo: Está permitido tocar, pegar, azotar, violar... Compre amigo, compre, bueno, bonito y sobre todo, muy pero que muy barato.

Aquellos esclavos que tenían la suerte de acabar siendo domésticos (iba a decir empleados domésticos, pero no es el caso) eran los más afortunados. Es cierto que debían soportar las violaciones y humillaciones de los amos día tras día, año tras año, verles la cara, sufrir sus despechos y desaires. Pero vivían más tiempo y se mantenían en mejor estado.

Las corrientes abolicionistas en Saint Domingue eran casi inexistentes entre blancos y mulatos. No se hablaba del abolicionismo en La Colonia. Los negros que se fugaban y eran detenidos sufrían duros castigos, que fueron aumentando en crudeza a medida que las fugas se hacían más y más frecuentes.

El número de Cimarrones aumentaba, y la libertad empezaba a ser un sueño que los esclavos se atrevían a soñar, aunque soñar… soñar también estaba prohibido para los esclavos. El rastro de Makandal (un esclavo africano que había quedado manco) seguía presente desde la ejecución a la que sobrevivió en 1758; convertido en mosquito, se salvó de las llamas y podía vérsele por toda la isla, haciendo visitas a sus hermanos esclavos en forma de lagarlo, de mosca o de pájaro. La insurrección que lideró no resultó, pero despertó la esperanza y encendió la capacidad de soñar.

Siendo ya miles los fugitivos que habitaban en las montañas, bajo el mando de Bouckman primero, Toussaint Loverture después, y Dessalines al final, la revolución y libertad de Saint Domingue fueron posibles en los primeros años del 1800, creándose así una nueva nación bajo el nombre de “República negra de Haití”, la primera república independiente negra del mundo. Bajo una nueva bandera roja y azul, en Haití, “tierra de montañas” (nombre que los indígenas arahuacos –ya desaparecidos- le daban a su isla) todos los ciudadanos serían llamados nègs, y todos los extranjeros blancs, fuera cual fuera el color de su piel -hoy todavía es así-. La maldición de la Colonia había sido el racismo, y había que eliminarlo.

Bonita historia hasta aquí, ¿verdad?.

Ahora Le Cap se llama Cap-Haitienne, Okap en Kreol, y es la segunda ciudad de Haïti, Ayiti en kreol.

La historia y orígenes de la Citadelle y el Palacio de Sousi, que pueden verse en algunas de las fotografías adjuntas y que constituyen dos de los monumentos históricos más importantes del país, merecen unas líneas en sí mismas, porque trasladan a otra etapa interesantísima de la historia de Haïtí. Ayiti en kreol. En un próximo post.